Por Emily Vera
Desde que nací y tengo consciencia, he escuchado la frase “Guayaquil símbolo de progreso y libertad”. Sin embargo, ¿Qué tan cierto es que los guayaquileños tenemos libertad?

Los invito a preguntarse a todos y todas, si realmente creen que tenemos: ¿libertad para transitar?, ¿libertad para trabajar?, ¿libertad para vivir?

Solo basta ejemplificar un día cualquiera por la urbe porteña. Caminas por una acera de la ciudad y de pronto te encuentras con un cartel luminoso de publicidad, lo evades, pero para quienes
tienen movilidad reducida, y necesitan movilizarse en una silla de ruedas, les resulta un calvario permanente. En Guayaquil hace falta espacio para caminar, hay aceras muy angostas, aceras
desniveladas, aceras pedrosas en las que ha desparecido el enlucido, adoquines rotos que ocasionan huecos, rampas de acceso que no funcionan. Para los adultos mayores y personas con
movilidad reducida no existe la libertad para transitar.

En nuestra ciudad, las personas que utilizan una bicicleta para llegar a la Universidad o movilizarse a su trabajo, se juegan diariamente la vida en cada una de las vías. Existe una ciclovía
que aún no tenemos claro si podemos llamarla así. Sin embargo, se transita a diario a pesar de la falta de educación vial y de señalización. Hay una ordenanza municipal que establece
derechos, obligaciones y sanciones para los ciclistas, pero falta socializarla y en algunos casos hasta cumplirla, ejemplo de aquello es lo acontecido el 23 de octubre de 2020, cuando un ciclista
que circulaba por el Centro de Guayaquil fue arrollado por un vehículo del Municipio. Para los que deciden usar un transporte sostenible no existe la libertad para transitar.

¿Y para trabajar hay libertad? Según cifras publicadas por el INEC, en Guayaquil, durante el primer trimestre de 2022, 628.461 personas no cuentan con un empleo adecuado y 61.969
personas están en el desempleo. Somos una ciudad donde la principal actividad económica es el comercio, pero donde no todos podemos ejercerlo libremente, porque tenemos una gran
sombra detrás de los comerciantes, que es la Policía Metropolitana que ha destacado y sobresalido en varias noticias por dar garrote a los comerciantes autónomos y minoristas, sin
importarles que detrás de cada comerciante hay trabajo, familias y esfuerzo. Debe existir un orden en la ciudad, claro que sí; sin embargo, no puede ser que luego de 30 años de
administración social cristiana, la respuesta al “orden” sea la represión y el garrote.

Hace años, era un sueño vivir en Guayaquil, pero hoy solo tenemos miedo y zozobra. Nos encontramos en uno de los momentos más tristes, pues hoy tenemos miedo hasta para salir a
comprar a la tienda del barrio porque no sabemos si vamos a regresar. Tenemos los índices más altos de muertes violentas registradas en el país, 939 casos en la Zona 8 –que comprende
Guayaquil, Samborondón y Durán–, tenemos 15 niños y adolescentes que han sido asesinados, víctimas colaterales y estamos como la provincia con más femicidios en lo que va del año. La
seguridad es un derecho que no se está cumpliendo en Guayaquil.

Regresamos a la pregunta inicial ¿Tenemos libertad para transitar, trabajar y vivir en Guayaquil?
No, no la tenemos. No hay libertad cuando las madres salen a trabajar y son agredidas por funcionarios municipales, no hay libertad cuando los adultos mayores o personas con movilidad
reducida no pueden transitar por las aceras de la ciudad, no hay libertad cuando nos extorsionan por trabajar, no hay libertad cuando ocurre un femicidio cada 30 horas, no hay libertad cuando
los niños no pueden jugar en un parque por temor a recibir una bala perdida. Esto no es vivir libremente, esto ya ni siquiera es vivir dignamente.

Guayaquil merece un cambio, merecemos vivir con libertad.

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