Eugenio Raul Zaffaroni, desde su enorme experiencia y sabiduría, que casi son lo mismo, nos advierte a los ecuatorianos: “ustedes tienen un enorme problema: policía única. Deben fraccionarla y, además, la policía debe siempre estar más cerca de la gente”.
Desde ahí se puede suscitar un importante debate en el que la sociedad civil debe ser la principal aportadora.
La Policía única resulta demasiado poderosa y poco a poco alcanza cuotas cada vez más altas de ese poder.
Agustín Burbano de Lara cree, desde sus reflexiones, que se han convertido el árbitro de la crisis de la democracia. Antes, y con mayor nitidez, eran la Fuerzas Armadas la que bajaban o subían el dedo, siempre con la anuencia de la Embajada.
Lo vimos en octubre de 2019, se confirmó en junio de 2022, que quien realizó la transacción con el ejecutivo fue la Policía. En toda tracción, alguien ofrece y alguien compra; el gobierno compró permanencia y la policía seguramente obtuvo prebendas aún mayores que las iremos constatando con el tiempo. Por lo pronto quedó claro que ni el propio presidente de la República pudo imponer lo que supuestamente ordenó: el retiro de dos generales y el plazo que estableció para que localicen al asesino de María Belén Bernal Otavalo.
El nuevo ministro del Interior, con rango por debajo del saliente Patricio Carrillo, fue el que desautorizó al inquilino de Carondelet, al que calificó de buen oído: ha sabido escuchar dijo, entendió nuestra posición. Y cómo iba a desoír a quienes son su sustento mayor: a falta de pueblo, buenas están las bombas lacrimógenas de los chapitas.
Y por ahí está transitando hoy la escuálida democracia ecuatoriana, amenazada por la inseguridad, la pobreza, la pérdida de casi toda noción de dignidad, sometida a lógicas económicas que deben incluso ocultarse.
Que seamos fieles seguidores del Fondo, que por eso sacrifiquemos inversión social, se entiende desde las posturas de un régimen de derecha que lo preside un banquero. Pero que se trance con economías paralelas que terminan menoscabando toda noción de seguridad, no se puede digerir. Por eso han seguido creciendo los territorios, ciudades, provincias fantasmales porque la gente ha decidido aislarse, no salir de casa por el miedo al robo, a la pérdida de la vida misma. “¿Ya te vacunaron?”, pregunta que surgió en medio de la pandemia, y con cierto dejo hasta de orgullo podías contestar: tengo tres dosis. Pero no, no era eso: era la seguridad que dizque comprabas para que las redes criminales, vinculadas a la droga, te aseguren algo de vida.
Otra transacción que la precariedad en la que vivimos nos ha traído, en lo que tiende a ser la distopía ecuatoriana, que se ha venido construyendo desde mediados de la segunda década del siglo XXI.
Solo el pueblo salva al pueblo, para eso debemos valorar nuestro voto, atesorarlo y de uno en uno, cortar el paso a tanta miseria que es posible encontrar, también, en toda contienda electoral. Las seccionales serán el ensayo que pueden darnos algo de oxígeno clave para la vida.
Xavier Lasso.