Por Poseidón

El Ecuador es hoy en día “tierra de nadie”: un terreno disputado por varias facciones debido a la incapacidad de controlarlo efectivamente. Ahí radica el principal problema del gobierno actual, en el descontrol existente por parte de las autoridades del Estado.

Ni siquiera en las cárceles, donde tienen encerrados en un reducido perímetro a los antisociales, el gobierno ha podido tomar el control. No se diga en la Amazonía y en las zonas de frontera. Tampoco lo hace en los barrios peligrosos de las grandes ciudades. Ya ni las urbanizaciones cerradas, ni los centros comerciales, ni las escuelas y colegios son lugares seguros para la ciudadanía.

Pero el descontrol no solo genera inseguridad y violencia. Muchos ecuatorianos no se sienten representados por un presidente que ofreció mucho y ha cumplido poco, pero, sobre todo, que continuamente falta a su palabra. Las encuestan revelan que apenas el 15% de los ecuatorianos creen en Lasso. No puede existir liderazgo sin credibilidad. Sin un líder que logre sacar adelante al país, el descontrol será cada vez mayor y crecerá el irrespeto a las autoridades y la ley.

El Ecuador nunca antes ha sufrido los niveles de inseguridad y violencia actuales. Algunos piensan que la solución es volver a las leyes del viejo oeste, donde todos podían portar armas y aplicaban la ley por sus propias manos. Eso seguramente agravaría aún más los niveles de violencia. Aún sin tener un arma en las manos, muchos ciudadanos actualmente desconocen y hasta agreden a la fuerza pública. Un individuo bajo los efectos del alcohol o las drogas es un homicida en potencia. La autorización de portar de armas no es la solución.

De hecho, no hay una solución mágica que rápidamente nos retroceda unos pocos años atrás donde existía un ambiente más seguro y menos violento. No sabemos cuánto tiempo nos tomará volver a ser un país relativamente pacífico, no será fácil.

De lo que sí podemos estar seguros es que la solución no está en endilgar culpas a quienes ya no nos gobiernan. Eso no resuelve nada. Hay que tomar acciones inmediatas, concretas, efectivas y probadas en otros países. Las declaraciones de estado de excepción no sirven si no hay un líder que logre imponer el orden con esos poderes excepcionales temporales.

¿Será que Lasso está a la altura de lo que requiere el Ecuador, para dejar de ser “tierra de nadie”?

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